lunes, marzo 10, 2008

La generación poética de los 90, una generación enviada al sacrificio

Rodolfo Pacheco

Cuando cayó el muro de Berlín, muchos pensaron en Lima, ingenuamente, que el mundo sería mejor. Pero es allí donde se vislumbró con nitidez el lado oscuro del imperio estadounidense. El Perú, a principios de los años 90, estaba enmarcado en una guerra civil cruenta, entre las fuerzas policiales y los grupos insurgentes, en donde los civiles fueron las mayores victimas de este conflicto. 70.000 mil muertos hubo en esta guerra, según los informes de la Comisión de la Verdad. Sin embargo, sucedió algo extraordinario en este clima polarizado, y fue la aparición de diferentes grupos poéticos en las universidades, en donde los jóvenes arrancaban al dolor un poco de belleza, a través de la poesía. Este fenómeno social duró solo unos años, pero por un momento creímos que podíamos hacer frente a la trágica realidad que nos cercaba.

Luego se asentó la dictadura de Fujimori, la Universidad de San Marcos fue intervenida militarmente, durante años, - caso único en el mundo- y se destruyó cualquier posibilidad de organización política critica. Vivir esos años en una dictadura. Ver cómo se destruía tu universidad, así como la capacidad de rebeldía entre tus amistades, hasta caer en un gaseoso conformismo y un exarcebado nihilismo, fue quizá lo que ensombreció a los sobrevivientes de este horror.

Carlos Oliva, se tiro contra un auto a toda velocidad; Juan Vega, fue asesinado por la dictadura; José Mari Ricalde, se quemo vivo; Eli Martín, murió víctima del sida, entre otros. Más allá de sus, aparentes, vidas distintas, eran unas personas singulares que asumieron diversos caminos, pero todos ellos fueron tocados por el manto irreversible de la muerte. Ahora me entero del fallecimiento de Rudy Pacheco, y me pregunto ¿que pasó en el Perú en los últimos años, para que tantos poetas entre los 30 y 40 años desaparecieran? Nunca una generación de poetas en el Perú ha tenido tantas muertes como la nuestra. Muchos de nosotros no teníamos nada en común, pero el amor a la poesía nos hizo cruzarnos y ser compañeros, durante un breve pero intenso espacio de tiempo.

A pesar de que trato de encontrar respuestas sobre el destino trágico de nuestra generación poética, sólo, algunas veces, parece que se me aproxima cuando, mientras duermo, sueño con la imagen de un monolito de piedra, y unas cabezas caer bajo el filoso cuchillo de piedra. Las nuestras.

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